¡Esto me huele a nuevo!

Porque ya estamos con ambos pies dentro del 2010, y porque, se nos escapó el primer día como un puñado de arena que tomamos de la playa, o como el lechón de año nuevo que desaparece sin dejar rastro alguno de su existencia, víctima de la devoción humana por la carne de cerdo. En fin, ya oficialmente hemos dado comienzo a un nuevo año, a una nueva década, a un nuevo período para la voluntad, las decisiones, las lecciones, las corridas, las siestas y las promesas anuales (que en el 70% de los casos son sólo simbolismos con la ausencia total o parcial de la intención de llevarlas a cabo). El verdadero acto acá, es que el 2009 ha cerrado sus puertas, se ha suicidado ante la visión de un rival más poderoso y joven, y sólo nos dejó algunos recuerdos, que cada quien sabrá cuáles guardar y cuáles no: Los hilarantes y absurdos versus los trágicos y verídicos, los buenos y los malos. Todos tenemos alguna imagen fija en nuestra mente para almacenar en el álbum de nuestra memoria, si es que la sidra, el champagne (o cualquier mezcla extraña con colores atómicos y cegadores) que haya presenciado el brindis todavía los ha dejado cuerdos y con la capacidad de seguir las leyes de seres autónomos y autárquicos.

Desde este lado de la pantalla, con el peso de las fiestas y de la expectativa para este año, les deseo a todos los que lean -y porqué no, a los que no leen también- un buen año. Siendo el primer enero de este blog, espero que no sea el único, y que nuestras vidas puedan seguirse tiñendo con los colores de la alegría (¡Decime vos si esta columna manchada con letras blancas, -aunque con aspecto sombrío- no te transmite una sensación de júbilo que llega hasta tus capilares sanguíneos!).

Y de regalo, les dejo un recuerdo del 2009:

Espero haberles podido sacar una sonrisa, por más mínima que sea.

¡Y Feliz DOMILDIÉ!

Que el HUMOR esté con ustedes.
Amén.