.escenas de una Memoria

Y este es simplemente otro intento desesperado de que un Blog conserve la cordura por al menos un año, y mantenga la cantidad justa de ingredientes como la mesura, el humor, la ficción, la realidad, lo sonoro y lo visual, por medio de lo lírico. Complicado de entender cuando la realidad muchas veces no es lo más ameno; hagamos lo posible por sobrevivir en esta jungla llena de medios de (in)comunicación, y escapemos con una sonrisa, que al fin y al cabo la vida es una sola... A tomársela con soda. Mi mundo ocioso está acá. »

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Una Visita Inesperada

domingo, 14 de febrero de 2010 3 comentarios

Y nuevamente, después de un agujero negro en el Blog, reaparezco, y esta vez les dejo un pequeño cuento que escribí alguna vez. Espero que sea de su agrado.

Una Visita Inesperada

Yacía aquel hombre sentado sobre un viejo sillón de negro y avejentado cuero. Su mano izquierda reposaba tranquilamente sobre su rostro fruncido, mientras que la derecha acariciaba con delicadeza el corroído material. Quién sabe en qué estaba pensando, era una persona muy reservada; casi no hablaba con nadie en el barrio. Era conocido por su extrema amabilidad, su preocupación por los demás, su entrega hacia el trabajo. Todos lo apreciaban, todos buscaban hacerlo sentir cómodo, pero nunca diría una palabra sobre su vida. Sus horarios eran irregulares, debería ser una de esas personas que odiaban la rutina, que odiaban tomar el mismo camino todos los días, que necesitaba explorar el mundo. Si, aún necesitaba explorarlo, como un niño que da sus primeros pasos y aprende a usar su tacto para identificar los objetos que lo rodean. Sus vecinos, el barrio entero, e incluso yo, un completo desinteresado e insensible abogado, sentía curiosidad sobre quién era aquel extraño (Extraño porque a pesar de haber vivido más de veinte años en la zona, este hombre sigue siendo un misterio para todos).

Como dije hace un rato, soy abogado; si agrego mi nombre resultaría un pomposo y vano detalle que afectaría la historia: Así que, pueden llamarme como su imaginación desee (Gustavo, Esteban, o simplemente “El Abogado”). En fin, mi vivienda tiene lugar justo enfrente de la casa de este extraño vecino, y todos los días, finalizada mi solitaria cena después de un arduo día de trabajo (También soy divorciado) disfruto recostándome en mi sillón de pana y observar con detenimiento a este sujeto que tanto logró despertar mi curiosidad, dormida sobre la monotonía de mis días. Intento comprenderlo, intento visualizar sus pensamientos, intento descubrir el porqué de su actitud con todo el vecindario. Pasadas varias noches de mi más reciente hobbie, llegué a la conclusión de que también él disfrutaba dejar correr el tiempo sentado sobre su sillón de cuero gastado, escuchando el silencio que habitaba el exterior y mirando la negrura que pintaba la calle; sentí que algo nos unía. Por momentos mi mirada se fijaba en su puerta, solitaria, pálida, vacua. Ahí fue cuando me di cuenta de lo que se le cruzaba por la mente. Me sentí aliviado al creer que había podido encontrar, en cierta forma, una explicación racional a todo el asunto. Tomé la decisión de pasar por su casa la mañana siguiente, y hablar con él por al menos unos minutos.

Y así fue como se dio; con determinación toqué a su puerta, y al cabo de medio minuto sentí la cerradura dando un brinco de alegría. En un instante, la vieja madera se abrió rechinando y el hombre me invitó a pasar con una sonrisa dibujada en su rostro, exclamando un “He estado esperando mucho tiempo para que alguien se dignase a venir”; me contó que su esposa había fallecido hacía muchos años, y que desde aquel entonces se sintió completamente vacío. Encontraba un refugio seguro en su trabajo, donde todo el mundo sabía de su historia y le ofrecía unos minutos de su tiempo para escucharlo hablar sobre sus anécdotas pasadas, provocándole más de una vez que alguna que otra lágrima se deslice sobre sus mejillas. También era consciente acerca de los rumores que se corrían en el barrio acerca de su misteriosa persona: “Todos dicen que soy un tipo raro, pero nunca nadie vino aquí a preguntármelo. Todos aceptaban mi ayuda cuando la necesitaban, todos me saludaban con alegría cuando me veían caminando por la vereda, pero jamás se detuvieron a hablar ni una sola palabra sobre mí; a nadie le importaba. Todos vivían en su burbuja de egoísmo, pensando en sus vidas, en sus problemas. Sus lenguas eran rápidas para opinar, pero no mostraban curiosidad alguna sobre mi manera de actuar. El barrio dice que soy un tipo raro por no dar datos sobre mí, pero… ¿Acaso alguien me lo preguntó? No, nunca. Simplemente pretendían que dé un discurso a cielo abierto sin ningún motivo. El resultado fue claro: “La gente quiere respuestas sin realizar una pregunta”. Pero usted fue el único capaz de venir a buscar la respuesta a su inquietud.”

Esa noche, cuando regresé del trabajo, me recosté en mi sillón, pero el viejo vecino ya no estaba allí. Por el contrario, había una luz prendida en lo que supuestamente sería su altillo. No logré imaginar qué estaría haciendo, pero tampoco necesitaba una respuesta inmediata a mi reciente pregunta…


Fin